Le gustaba jugar y cantar y claro, le imitaba su canto con sonidos. Eran tres (3) cantos que tenía la tortolita para expresar que estaba disgustada, llamar la atención y cuando se sentía feliz.
La tortolita le gustaba acariciar, daba suaves picotazos sobre mis manos para expresar su cariño y cuando se disgustaba daba la espalda y levantando su cola expresaba su disgusto. Cuando quería llamar la atención se inquietaba y cantaba para que la fueran a buscar y subirse al hombro. En veces se sentía libre, paseábamos y ella sobre mi brazo, el cual aprovechaba para subirse hasta el hombro y recostarse en el cuello.
Me sentaba en la sombra de algún árbol y la tortolita se acomodaba sobre mi vestido, y con su pico negro limpiaba y peinaba sus plumas con mucha delicadeza.
Aunque esta es una pequeña historia, donde un animalito domesticado era parte de la familia, el cuento tuvo un final trágico para la pobre tortolita, ya que un gato se la comió.
Por: Ana María Rodrigues